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Nadine Duchini

Criptoarte: Los artistas de la era NFT.

Actualizado: 9 sept



 


Considerando que vivimos en una era “super digital”, donde el alimento visual se provee desde nuestras pantallas, era de esperar que el mercado del arte también se adaptara. Si bien las distintas disciplinas artísticas, en general, hace tiempo que están experimentando con el píxel (videoarte, ilustración digital, fotografía, instalaciones interactivas, arte generativo, pixel art, modelado 3D, entre otros) los problemas para certificar su autenticidad ante los compradores resultan una dificultad. 




Escultura digital del David de Miguel Ángel desintegrándose en pequeños cubos, representando el concepto de criptoarte en un fondo rosa.


Ya hace muchos años convivimos con el universo masivo y de la hiperestimulación visual, que nos otorgan las redes sociales: pareciera ser que todos tienen que orientar sus “perfiles” hacia lo artístico. Las fotografías, los videos y las animaciones tienen que ser constantes, publicar diariamente, tener seguidores y un estilo visual propio. A su vez, esto parece presentarse como una herramienta para muchos artistas, no solo visuales: las redes sociales funcionan como porfolio y un “buen feed” se construye como una herramienta elemental ante el mercado y las instituciones del arte (o curadores/críticos/periodistas culturales, etc.)


Pensar el arte dentro del universo digital implica comprender que las imágenes consumidas por los usuarios de internet pueden ser descargadas o incluso copiadas con un simple print de pantalla. De hecho, la empresa multimillonaria Meta, ya nos “avisó” que todo lo publicado en sus redes, en un futuro, podría ser utilizado por la inteligencia artificial. En el caso de las obras de arte, una copia es posible, pero ¿qué pasa cuando hablamos de comprarla o tener una parte de ella?


Si bien es sabido que hace mucho existen diferentes marcos legales que garantizan y protegen la autoría y originalidad de una obra, actualmente los NFTs se convirtieron en lo que podría decirse una moneda de cambio hábil dentro del mundo de las blockchain. Y, un dato no menor, es que nacieron desde y para el arte digital (aunque ahora tiene otras particularidades). 


Repasemos un poco la historia: en el año 2014 aparece Quantum, el primer NFT registrado del mundo. Los artistas Jennifer y Kevin McCoy crearon una pieza de arte digital animada con forma de octágono. Cuando llegó el momento de la venta, se dieron cuenta de que no contaban con ninguna herramienta que validara y/o certificara la autoría y el carácter original de la obra. Kevin contactó al empresario tecnológico Anil Dash (director de Glitch y vicepresidente de experiencia para desarrolladores en Fastly) y comenzaron a evaluar la idea de utilizar la tecnología blockchain. Crearon Monegraph, un sistema basado en blockchain para verificar obras de arte digitales originales (inicialmente llamadas gráficos monetizados) que, dejando de lado los tecnicismos, terminó por ser el primer token no fungible que certificó el origen y propiedad de una pieza de arte digital, oficializándola y concluyendo con su venta. En el 2021, Dash comentó en un artículo que escribió para The Atlantic:


“Cuando inventamos los tokens no fungibles intentábamos proteger a los artistas, pero el oportunismo del mundo tecnológico ha vuelto a atacar”.

Pero entonces...


¿Qué es un NFT o un Non Fungible Token?




Para entender (brevemente) qué es este elemento digital, tenemos que comprender a la blockchain como un gran “libro de registros” para los creadores y al NFT como la representación digital de ciertos datos que están dentro de ese libro. Es decir, las NFTs son registros que transforman archivos digitales en piezas únicas, permitiendo verificar su autenticidad. Este token no fungible puede ser desde un video, animación, diseño digital o fotografía hasta un (como solíamos llamarlo) tweet. De hecho, este fue el caso de The First Twitter Tweet, subastado como un NFT por el cofundador de Twitter, Jack Dorsey, en marzo de 2021 por $2.9 millones de dólares. Básicamente cualquier pieza de arte en el mundo digital puede pasar por el proceso de “tokenización”, mediante el cual un activo es convertido en un token digital. Vale aclarar que también es posible tokenizar cualquier tipo de activo físico (inmuebles, automóviles, obras de arte), pero vamos a concentrarnos en el caso más usual que es el de una obra digital. Los NFTs son únicos, cada uno posee un código de identificación con datos registrados en una blockchain, que no puede ser eliminado ni alterado. Es intransferible, no se puede intercambiar ni copiar, sólo vender o comprar. Eso, en definitiva, las convierte en la nueva moneda indestructible de los coleccionistas. 


Los más vendidos




Mike Winkelmann, mejor conocido como Beeple, es un artista digital, diseñador gráfico y animador estadounidense reconocido por sus obras con un alto contenido de critica social y política. En sus creaciones, coloca a personajes como Donald Trump, Kamala Harris o Joe Biden en situaciones que limitan constantemente con lo bizarro: un tétrico Winnie Pooh sobre piernas robóticas; Elon Musk y Mark Zuckerberg muestran sus senos y pelean en el barro; memes; personajes de Disney descuartizados; Pikachu; Taylor Swift; naturaleza y robots; mundos postapocalípticos. Incluso un inodoro desbordado de putrefacción y bitcoins, porque Beeple en su Everydays (obras que publica en su página al final de cada día), también critica a los NFTs (y a las redes sociales). Lo irónico es que este artista está en el top 3 de los NFTs vendidos más caros en la historia hasta ahora. Everydays: The First 5000 Days de Beeple, se convirtió en el NFT más costoso jamás vendido en una subasta, adquirido por Christie's en marzo de 2021 por el valor de $69.3 millones de dólares y es la recolección de 13 años de trabajo del artista. Al día de hoy, Beeple continúa con sus obras diarias (dice no detenerse incluso el día de su boda o por el nacimiento de sus hijos).


“Todas estas imágenes se hacen de principio a fin todos los días. El propósito de este proyecto es ayudarme a mejorar en diferentes cosas. Al publicar los resultados en línea, es ’menos’ probable que arroje un montón de mierda, aunque la mayor parte del tiempo todavía lo hago porque soy un asco”

dice para presentar estas piezas en su página web beeple-crap.com


Otra obra del artista muy cotizado como un NFT es Human One, de $28.9 millones de dólares. 


“Es la primera obra de arte híbrida digital/física que cambia dinámicamente. La obra es un viaje continuo que seguirá evolucionando a lo largo de la vida del artista” (Fuente: human-one.xyz.) 

La propuesta parece ser reflejar el propio viaje de vida de Beeple y su envejecimiento.


Un tercer caso es The Merge, la obra del artista anónimo conocido como Pak, que se trata de un proyecto compuesto por 295.417 piezas que se vendieron durante 48 horas en el año 2021, recaudando la suma de $91.8 millones de dólares. Son un número ilimitado de piezas que se unen entre sí y forman una masa blanca circular en un espacio negro dentro de una sola NFT. A través de la plataforma Nifty Gateway, Pak logra realizar la mayor venta alcanzada (hasta el momento) por una obra de un artista vivo. Pak dijo a través de su cuenta de Twitter que


“Merge es una obra de arte única distribuida en muchos tokens, no una colección de obras de arte. Porque sin el todo, los elementos que componen esta obra de arte no transmiten una narrativa”.  


Arte en flujo 


Portada del libro "Arte en flujo" de Boris Groys, que presenta un diseño minimalista con un fondo azul y blanco, acompañado de líneas curvas, explorando temas sobre la evanescencia del presente en el contexto del criptoarte.



Podríamos decir que pensar en arte digital hoy es simplemente pensar en pantallas. Pero las técnicas digitales van más allá y son utilizadas por los artistas ya hace muchos años: pensemos en el videoarte o en los inicios de la animación. Quizás la idea de que una obra sea fraccionada en “masas” (o píxeles o puntos sobre un fondo negro) y esas piezas se vendan por cantidades elevadísimas de dinero para su colección, no sea cosa simple de procesar. Quizás sea más fácil analizar las obras de arte revolucionario y crítico de Beeple, pero ponerles valor a 500 imágenes mediante un sistema de códigos es otro asunto para ser estudiado con más detenimiento. Siendo sinceros, en el mercado del arte esas cifras no son novedad; los Tokens sí. Las reglas en el arte (y en otros ámbitos) cambiaron hace un buen tiempo con la aparición de internet. En su libro, La cuestión del arte en el siglo XXI, nuevas perspectivas teóricas, (Buenos Aires, Paidós, 2019), Elena Oliveras cita las ideas que plasma Boris Groys en Arte en flujo. Ensayos sobre la evanescencia del presente (Buenos Aires, Caja Negra, 2016). Explica que, así como la enorme red que es internet entró en nuestras vidas y produjo cambios en ella, claramente esto se vio reflejado en el mundo del arte, alterándolo en


“términos de selección, legitimación y producción.” (Oliveras 2019 p. 44)

Un arte en flujo se asocia con esa facilidad, mediante la cual internet le facilita el trabajo a un artista. “Democráticos, los nuevos medios electrónicos son un lugar de trabajo y de distribución. Pueden llegar a todas partes, sin dilación y sin intermediarios.” (Oliveras 2019 p. 44) Antes, el artista luego de su proceso de creación tenía que pasar por un casi infinito proceso de afianzamiento en el mercado y en las instituciones culturales. Encontrar compradores de sus creaciones o espacios (galería, museos etc.) para exponer representaba un esfuerzo importante. Hoy y dentro del mundo web, las posibilidades son mucho más amplias, las redes sociales ya pueden ser una carta de presentación y un link a la web del artista su propia galería donde exponer. Hoy ya hablamos de curaduría digital y de un criptoarte que puede ser vendido (incluso) en fracciones de una misma obra. Y estas nociones no están solamente dirigidas al arte digital,


“ahora queda borrada la diferencia entre producción y exhibición. Todos pueden crear sus obras y distribuirlas en Facebook, YouTube, Instagram, Snapchat, Twitter. El problema para el artista de hoy, es que resulta demasiado grande el numero de interesados en producir arte.” (Oliveras 2019 p. 45) 

Quizás la tecnología del NFT viene a darle seguridad a los artistas en este universo, pero ¿a los artistas de qué calibre? Si realizar el NFT de tu obra resulta igual de complejo que conseguir una exhibición en un museo o entrar en el mercado, ¿volvemos al inicio? Y si la aceleración provocada por internet y sus redes genera más interesados en crear arte (o contenido) que espectadores y consumidores, ¿quién analiza o realiza una lectura de las obras? Probablemente y para empezar haya que entender que las prácticas artísticas están indudablemente arraigadas a las transformaciones generales que atraviesa la sociedad. Lo cual nos ayuda a contestar estas preguntas (en un futuro) o a realizar nuevas. 





 

Fuentes


Arte en flujo. Ensayos sobre la evanescencia del presente, Boris Groys. Buenos Aires, Caja Negra, 2016


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Bio

Ella es Mariné o Marina Amestoy, directora y fundadora de Revista Mariné.

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