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¿Danza y desmonte? Mi carne afectada por las fotos de Martin Katz



 

 

Juego con los efectos de las fotos de Martín Katz enlazadas a palabras que escuché, sentí, lloré el sábado 06 de julio, en Casa Cultural Chassa, espacio autogestivo, en el barrio de Paternal. Llegar al garaje de una casa y encontrarme con cerca de 40 personas reunidas, me hizo sentir que estaba en un lugar especial. Me cuentan que otros días también se organizan encuentros, las fotos de mi genio amigo Hernán Reig lo muestran. Había una pantalla para proyecciones y un espacio que parecía destinado a los músicos, viví el lugar como una reunión de vecinxs amigxs, como sí lo artificial del espacio asignado a un escenario se hubiera reducido a su mínima expresión y existiera igualdad entre lxs participantes. Tal vez siempre es así siempre. Igualdad entre las inteligencias (1).  En este mundo, estar siendo parte de un ambiente festivo, que también me invita a pensar el cuidado de la tierra, es un privilegio. Casi siempre estoy pensando que vivir es un privilegio, ¿por qué atesoro los encuentros sintiéndome en peligro de extinción? 


 

Hay un cartel que dice “Siempre Democracia” en una de las paredes y pienso en la fragilidad político-económica de la Argentina. “Humanos al borde de extinguir(lo) todo”, algo que leí en la calle por ahí. Si también estoy sintiendo el arte fuera de cierto núcleo de mi “yo” es por haber escuchado las palabras de Fagner Pavan (2) y seguir el éxtasis de las influencias. Volamos a ese día y sus resonancias en una carne particular. Muchas veces viajé a Salta, conocí Orán, jamás pensé en la cuestión del desmonte hasta ahora. Y esto sucede en CABA, en Casa Chassa. Tremendo el impacto de dar tiempo a la mirada para ver, de no pasar a otra imagen, de permanecer un poco ahí, escuchando fotos entrelazadas a las palabras leídas por Martín Katz. Sentí algo desde adentro del esternón y supe que iba a escribir. Las lágrimas que no bailo, las escribo, vivo con pretensión de correspondencia. No puedo hacer otra cosa, ver y escribir, usar la sensibilidad como puente, lo mismo que bailo, también acá, escribiendo conmigo. 


 

Escribo con las historias de mi cuerpo y me interesa la composición de los tiempos. Escribo para dejar el torturado mundo interior y ponerme al servicio de causas más elevadas que la narrativa de mi “yo”, aunque no dejo de aparecer entre líneas (tal vez esto no es tan malo). Pienso en los efectos de ver las fotos del desmonte y mezclo todo. ¿Danza y desmonte? La angustia y la urgencia me trae a estas hojas y me arrastra a bailar y a gestionar cosas del mundo de las cosas. Tengo que inventar maneras de generar ingresos (igual me siento a escribir) sin olvidar los muertos por el frío, el saqueo a la tierra, a Milei, el desmonte… y escribo porque es mi manera de darme refugio y trinchera, pensando mi función en la familia humana. ¿Cómo hacer con las cuentas que pagar mientras imagino si es posible un ejército sensible? ¿La vida se trata de esto? ¿De traducir imágenes del deseo al mundo material? No sé, pero no puede ser sólo el salario y las horas malditas. 


 

La inutilidad de sostener palabras pensando en que denunciar va a incidir en algo del mundo material ya está comprobada. Sin embargo, insisto. Me siento a pensar en las relaciones de las prácticas somáticas y el ambiente, por mi necesidad de defender otros modos de vida posibles. Si habilitar una escucha afinada sobre la propia sensibilidad, nos lleva a aislarnos de las realidades que huelen mal del mundo, no elijo este camino. Si me sirve para investigar las fronteras de mi cuerpo y el entorno, las practico. Y pienso lo que hago ahora, seguir escribiendo, también dejando de escribir. La autora en guerra con su amor, porque todo pide energía ¿y cómo hago para seguir viviendo? Repito, ¿cómo hacer con las cuentas que pagar? ¿Puedo vivir del arte? Y si no puedo, ¿eso habla de inoperancia o que gran parte de la sociedad ya no puede o no está dispuesta a contribuir para que alguien baile o se siente a escribir? ¿Todo es intercambio? ¿Y cómo relacionar las prácticas artísticas con cuestiones urgentes que atender? ¿Y qué tiene que ver esto con el desmonte? Me siento al borde de la extinción, pero sigo entrenando el cuidado de la sensibilidad para generar situaciones, gestos, atmósferas, movimientos.


 

Las fotos, las palabras, la música, las charlas, una bella combinación para recrear atmósfera de encuentro, algo de estas relaciones me renueva la esperanza. Espero no estar delirando.

 


 

Ver el paisaje arrasado, la muerte, la soja, la vida que perdura, la lucha, tener miedo de las lógicas imperantes, no saber cómo hacer para estar en la ciudad y seguir deseando naturaleza no urbana. Creyendo que puedo enunciar la transformación de los tiempos y que así sea, escribo. Pero ahora quiero dejar las grandes pretensiones y pensar desde la danza algo en relación con las fotos de Martín Katz. Entonces dejo de escribir. Quiero hundir los pies en la tierra y casi todo es frío en el mar de asfalto.


 

¿Qué voy a decir desde mi habitación? ¿Hay que involucrarse? ¿Cómo? ¿A cualquier costo? ¿Cuáles son las necesidades más importantes de la vida? ¿Qué tiene que ver la danza con el desmonte? ¿Mi deseo de bailar y leer con el desgarro del desmonte? Encuentro una relación con la crisis de la tierra y mis hormonas en sequía y pretendo evitar una relación conceptual con la naturaleza… ¿Me puedo escapar de las ideas? Para conocer hay que ensuciarse las manos. Tengo anhelo de tierra y me siento la loba que siempre tiene ganas de comer. No puedo explicar por qué, pero siento casi todo cerca y me duele el esternón. Invoco al Tango ahora, dos piernas tocándose no pueden unir mentes separadas, ¿O sí? ¿Mi escritura puede? ¿Cómo es pensar las fronteras de las pieles y las mentes? ¿Cómo es defender el contacto como una manera de conocer? ¿Qué nos toca? ¿Puedo, aunque sea por instantes vivirme a través de los ojos de otrx? (Esa magia sentí viendo la sucesión de fotos en Casa Chassa). ¿Por qué no alcanza a saber de la guerra y del desmonte para poner fin a la propagación de las tragedias? Si la vida es un diálogo, ¿Podemos escapar de la lucha? ¿Me hace daño pensar siempre en binomio? ¿Esa separación es parte de lo que enferma? ¿Tiene sentido escribir? Sí, pienso en Cuadernos de Danza y en Revista Mariné, sentirme parte de algo más grande que mi” yo” consuela y estimula. Aunque quiero dejar de alzar la sensibilidad como bandera, porque a nadie le importa mucho creo, ya sabemos que el dolor es universal, que la polifonía reina y, a veces, la asfixia el ruido que lo colectivo se practica y también requiere energía y que tampoco es sin incomodidad ni tenemos que estar de acuerdo en todo. Acá mezclo palabras de Silvio Lang, Marie Bardet, María Paz Garaloces, Catalina Lescano. La voz de Jeza cada vez está más nutrida y a veces olvido quién soy y cada vez eso me aterra menos. Si alguien más está del otro lado, es suficiente. Se multiplica la energía, la semilla está sembrada, Martín Katz.


 

¿Y ahora cómo seguir? No sé, pero quiero encontrar otra manera de entrar a lo real. Por eso mejor también bailar, voy a borrar algunas fotos de la memoria, dejando entrar otras. Quiero imaginar otros mundos posibles. Tal vez tenga que dejar la ciudad, me inquieta una silenciosa desesperación y quiero sentir el campo abierto. Pero me abrazo entre tangos de madrugada y después escribo. Cuando la noche no termina de quedarse, el día no termina de llegar.



 

(1) Tomado de Jacques Ranciaré El espectador emancipado.

(2) Palabras escuchadas en su taller de Prácticas Escénicas Contemporáneas, en Galpón F.A.C.E. Texto escrito en Julio 2024, extrañando la naturaleza no urbana, afectada por el desmonte.


Lo que se ama, se extraña para siempre.


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Bio

Ella es Mariné o Marina Amestoy, directora y fundadora de Revista Mariné.

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