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Nadine Duchini

Infierno grande. "Sobre: Alcira Gijena", de la compañía Muchitas Munay, con dirección de Paula Sánchez.

Actualizado: 2 ago


 




 

Pero ahora, en Buenos Aires, los diarios finalmente hablan de suicidios (…)

En una hacienda de Hihashi Izu, 100 kilómetros al sudoeste de Tokio, Japón.

Nada decían de los muertos del Sur.

Y ese, ahora sí, fue el fin de todo.

Leila Guerriero, Los suicidas del fin del mundo, crónica de un pueblo patagónico. 2005



 




En la sala del Café Artigas (mundo paralelo para los amantes del teatro y los libros), cada primer sábado del mes se presenta una obra originada en tiempos de pandemia por la compañía Muchitas Munay y presentada por primera vez en el año 2022. Alcira Gijena (sí, con J) dirigida por Paula Sánchez, es una puesta que busca representar las injusticias y los secretos que suceden y se entierran en un pueblo chico. A partir de un evento automovilístico reconocido mundialmente que pasará por el pueblo y será foco efímero de miradas desde Buenos Aires, un intendente y sus adeptos se desesperan por aprovechar la oportunidad. Esta puede ser la única vez que la desértica localidad sea reconocida de alguna forma y su dirigente fuese galardonado. Una obra imaginada desde una argentinidad que incomoda, pero se distingue. Una narrativa llena de situaciones que conforman el pan nuestro de cada día. De los seis personajes en escena, la mujer del intendente es quien narra directo al público todos los secretos y pesares que transita siendo una humilde “primera dama”, mientras el resto orbita en torno al dirigente de Alcira Gijena planeando su propio porvenir.



 



Dotados sólo de ellos mismos (sin demasiada escenografía), los intérpretes reflejan una sinergia que se pone en marcha dentro del grupo que organiza el recibimiento del Paris Dakar al pueblo. Pero, con el correr de la obra, cada personaje demuestra que los intereses son al extremo personales y no les importa pasar por encima de nadie. Besan el suelo que su intendente pisa y escuchan cada secreto susurrado en el aire; los personajes se conforman deseosos de dinero, sexo, poder, más dinero y libertad. A medida que la obra transcurre, las secuencias bizarras de propuestas políticas, discursos, monumentos e himnos (que provocan cierta gracia) se oscurecen al mostrar la verdadera cara de un hombre que llega a su puesto sólo por ser hijo del anterior intendente. Su mujer, ex Reina de alguna fruta o cosecha local, no sabe hacer nada porque no la dejaron estudiar; no puede aprender nada porque se lo impiden; no tiene su propio dinero ni elige su propia ropa para evitar que sea autosuficiente. Encadenada a un pueblo que la deja yerma de alma y a un hombre que le quita todo, trata de pedir ayuda. Lo hace en voz baja, lo hace a gritos y de ninguna forma es vista. Este es el personaje que revolotea en torno a los demás, siendo ignorado, mientras busca su liberación.



 



La escena de ese pueblo desprovisto de grandes paisajes y multitudes pareciera ser representado justamente con eso, el vacío. Ningún elemento para representar esa oficina o esa intendencia en la que todas las podredumbres salen de la tierra, simplemente unos seres de alambre (maniquíes) simulan a los extras que no ven, no escuchan y no hablan. El vestuario se ve unificado por colores marrones, ocre y ladrillo, esos colores del suelo pampeano, esos colores solitarios o que no dicen mucho. Mientras el representante de Alcira Gijena se concentra en su campaña y en su aspecto e imagen ante un posible público masivo, su mujer busca la manera de alejarse de su mirada violenta y persecutora. Sus asistentes, ayudantes de campaña, aliados (o enemigos), tratan de nutrir sus propios deseos mientras miran hacia otro lado constantemente.


 

Esta obra es una historia ya conocida: una localidad perdida en el tiempo a la que no se le presta atención, incluso cuando una mujer o niño desaparece. Otro hombre en busca de poder y dinero, otras mujeres que fingen o ignoran a una que sufre y otros muchos que sólo se miran a sí mismos en busca del progreso personal a toda costa. Otra narración de un lugar sin justicia y sin leyes que se respeten, de esos que no aparecen en las noticias de las grandes urbes. Otro “pueblo chico, infierno grande”.

Recomiendo verla. 


 

Alcira Gijena de Muchitas Munay. Dirección: Paula Sánchez. Asistente de Dirección: Nadia Teso. Actúan: Carla Cota, Carlos Juárez, Camila Calculli, Laura Ávila, Marisol Mauriño y Nicolás Pettorossi. Escenografía: David Mono Ávila. Vestuario: Florencia Piccilli. Gráfica y Fotografía: Paula Sánchez y Ariel Castelli.

Prensa: Prensópolis. Autoría y Producción General: Muchitas Munay.

Funciones: 1er sábado de cada mes a las 21.30hs

Sala: Café Artigas (Gral. José Gervasio Artigas 1850, CABA).

Entrada general: A la gorra








 

Bio

Ella es Mariné o Marina Amestoy, directora y fundadora de Revista Mariné.

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