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La construcción de la sexualidad: entre lo santo y lo demoníaco. Sobre “La niña santa” de Lucrecia Martel.

Mailén Zarate Lazzarone

Por Mailén Zarate Lazzarone



 


La directora nos presenta a Amalia (María Alché), una joven salteña que comienza a descubrirse a sí misma bajo la identidad etérea de ‘la niña santa’. De carácter desafiante y en plena transición de la infancia a la adolescencia, vive en un hotel junto a su madre, donde un verano marcará su vida.



LA NIÑA SANTA
Fotograma (intervenido) de La Niña Santa

 

La vocación y la obsesión mística


En catequesis las niñas santas se preguntan cuál es su vocación, la misión divina que les ha sido otorgada por Dios. Amalia asiste a estas clases con su amiga Jose (Julieta Zylberberg), con quien explora el mundo mediante una mirada que poco a poco pierde la inocencia. 


LA NIÑA SANTA

La película nos sitúa en una de estas clases donde vemos un grupo de alumnas que rondan entre los 10 y los 13 años y a su formidable maestra, que es sujeto de cotilleo entre las niñas que se preguntan sobre su vida sexual. Ya de entrada, la docente interpretada por Mía Maestro canta con su voz angelical:

“¿qué queréis señor de mí?”.

De esta pregunta surgen las inquietudes místicas de las alumnas, que son acompañadas por reflexiones acerca del pecado, el deseo y la rendición. El carácter eclesiástico de la película marca un estilo y una dirección narrativa, con lecturas bíblicas y canciones corales de precisos mensajes.


 

El abuso como detonante de la trama


Una tarde, después de una clase de catequesis, Amalia es atraída por el sonido de un theremin que la guía hasta un espectáculo musical. Entre la multitud del público, escucha la música junto a Jose y algunas compañeras. En ese contexto, el doctor Jano se acerca sigilosamente por detrás hasta presionarse contra ella de manera intencional. En un instante, Amalia se da vuelta y logra ver su rostro antes de que él se aleje, registrándolo en su memoria. Sin embargo, Jano aún no la ha visto. Este detalle no puede considerarse un spoiler: por un lado, porque es una escena clave y ocurre al inicio del film; por otro, porque la película no oculta la existencia de un episodio explícito de agresión sexual


El primer contacto con la sexualidad fálica despliega en la niña una obsesión mística que la hace buscar todo el tiempo al hombre que la abusó para poder liberarlo del pecado, asociando este hecho a su vocación divina: salvar y ser salvada. Su percepción queda perturbada hasta el punto en el que la escuchamos decir “veo distinto” y, más adelante, “me parece que no puedo abrir los ojos”. Pierde la mirada en el doble sentido en que comienza a torcer su consciencia debido a la confusión, y también que podemos verla figurativamente con la mirada perdida en el rostro. 



 




LA NIÑA SANTA
Fotograma (intervenido) de La Niña Santa

 

En historias como estas, podemos considerar que el personaje padece algún tipo de malestar psicológico que lo lleve a actuar de esa manera, o bien considerar que está poseído y que es una entidad como la del diablo o la santidad la que decide su accionar. Lucrecia Martel utiliza esta ambigüedad para apoyar cualquiera de estas interpretaciones, construyendo la realidad a partir de la percepción alterada de las niñas santas o demoníacas y los adultos que las rodean.


“No creo que alguien pueda confundirse algo feo con algo lindo, ni algo que te llene de felicidad con algo horripilante, ¿no?”,

invita a interrogarnos la maestra de catequesis. 


Toda interacción sexual en contra de la voluntad propia causa, en mayor o menor medida, una alteración en la forma de percibir al mundo. Es decir, un trauma. En el caso de Amalia, la culpa que siente el doctor Jano por haberla abusado (“persuadido por una fuerza maligna”) pasa a ser su propia culpa: haber sentido curiosidad o quizás algún tipo de placer por ese contacto, sumado a que el doctor está coqueteando con su madre, hace que la niña se necesite a sí misma como santa para exorcizar toda la tensión que contiene en su cuerpo. 



 

Sonido, imagen y estados alterados


En la película conviven múltiples capas de subjetividad: los hechos concretos de cada vínculo en el hotel, el relato interno de cada personaje con sus emociones, y la información distorsionada por el chisme y el secreto. Esta superposición genera una bisagra entre lo real y lo fantástico, sostenida por el trabajo visual y sonoro de la directora.




LA NIÑA SANTA

Notaremos que en cada roce sexual entre Amalia y el doctor Jano suena de fondo un theremin, un instrumento electrónico que se toca sin tocarlo, con el contacto físico de las manos en movimiento. Su sonido es una mezcla entre el violonchelo y la voz humana, que nos adentra a la atmósfera espectral y algo inquietante de una pérdida de inocencia. Las canciones religiosas adquieren un sentido dramático que hace prestar atención a las letras que intervienen en las creencias de cada niña, dándonos una idea de cómo podrían ser algunos de sus monólogos internos. Lucrecia Martel está presente en cada detalle, donde podemos encontrar sus huellas.


 

No se trata de simples detalles ambientales, como el sonido del agua. Elementos de realismo cinematográfico evidencian el estilo de la directora, quien, desafiando la convención de que en el cine las voces deben oírse con claridad, construye escenas donde predominan conversaciones susurradas y mensajes inaudibles. En este sentido, resulta significativo que el personaje de Helena padezca acúfenos, una afección que la expone a frecuencias molestas e intermitentes que interfieren en su audición e incluso le provocan dolor. La sensorialidad sonora abre paso a un onirismo hipnótico.

Frecuentemente, el rostro santo de la niña es iluminado por el sol, aunque también entran en juego las sombras cubriendo el espacio, los rostros, e incluso a ella misma en tanto sea poseída por una subjetividad perturbadora o tabú. Claramente, el trabajo con la imagen y el sonido hace más llevadera la experiencia, ya que en el film suceden múltiples secuencias que imponen posturas psicológicas complejas.




 


Sexualidad y tabú: una narrativa argentina



Abordar la sexualidad en la preadolescencia no es tarea fácil, pero quién mejor que Lucrecia Martel para hacerlo sin recurrir a la erotización exagerada, un recurso frecuente en cierto cine masculino.


Podemos encontrar expresiones confusas y surreales en la ilusión de la niña siendo habitada por la memoria de la agresión sexual, la cual la conduce a un propósito que la vincula al doctor Jano. Por su parte, el doctor Jano entra en un bucle de culpa y mentiras que también lo acercan a ella, pareciendo el azar el que produce el encuentro. Helena vive en un delirio intermitente causado por los roles de género impuestos y su frustración sexual. En este clima de desorden contenido, una escena de abuso se confunde con un despertar místico, y las relaciones familiares con dinámicas de deseo reprimido.


Existe la Amalia salvadora y febril, pero también tenemos a la niña que pasa de ser santa a diabólica. Masturbación, primeros orgasmos, besos con amigas y reggaetón dan lugar a otro tipo de descubrimiento que excede la culpa y burla los límites del peligro. Su amiga Jose será la protagonista de esta nueva figura de niña, no tan santa porque decide –-de forma siempre cuestionable– encontrar placer en situaciones tabú como lo es el incesto, pareciendo segura del rumbo que toma su sexualidad. Este personaje manipula la realidad para que no sea expuesta la manera en la que explora el placer y acompaña a Amalia en su claroscuro cuando también es poseída por la fuerza del deseo prohibido y perturbado.


Por suerte, el realismo de la película hace que no sea de una narrativa que nos sitúe en un lugar abierto a juzgar si lo santo o lo diabólico, porque incluso si algún personaje nos resulta despreciable o pervertido rápidamente podemos darnos cuenta de que existen en el cotidiano argentino. Ya conocemos ideas como la de La prima lejana desarrollada por Los Auténticos Decadentes, al fin y al cabo, es parte de la cultura vincular del territorio. Nuevamente, pensar de qué forma esta cultura habilita delitos y prácticas que vulneran la integridad sexual es posible en esta película, pero también nos muestra los matices más claros de la construcción del deseo.


 

La niña santa, nominada a cuatro Cóndores de Plata, es parte de la trilogía salteña de Lucrecia Martel consistente en las películas La ciénaga y La mujer sin cabeza



 


La niña santa. Realizadora: Lucrecia Martel. Producción: Lita Stantic, Pedro Almodovar y Esther García. Guión: Lucrecia Martel y Juan Pablo Domenech. País: Argentina, España e Italia. Idioma: español. Género: Drama. Duración: 103 minutos. Año: 2004. Fotografía: Félix Monti y Santiago Ricci. Música: Andrés Gerszenzon. Sonido: Guido Berenblum, Marcos de Aguirre, David Miranda y Victor Tendler. Protagonistas: María Alché, Julieta Zylberberg, Mercedes Morán, Mía Maestro, Carlos Belloso, Alejandro Urdapilleta, Mónica Villa y Marta Lubos.



LA NIÑA SANTA
Película de Lucrecia Martel. Todas las ediciones pertenecen a Mariné.

 

La niña santa, nominada a cuatro Cóndores de Plata, es parte de la trilogía salteña de Lucrecia Martel consistente en las películas La ciénaga y La mujer sin cabeza



 


La niña santa. Realizadora: Lucrecia Martel. Producción: Lita Stantic, Pedro Almodovar y Esther García. Guión: Lucrecia Martel y Juan Pablo Domenech. País: Argentina, España e Italia. Idioma: español. Género: Drama. Duración: 103 minutos. Año: 2004. Fotografía: Félix Monti y Santiago Ricci. Música: Andrés Gerszenzon. Sonido: Guido Berenblum, Marcos de Aguirre, David Miranda y Victor Tendler. Protagonistas: María Alché, Julieta Zylberberg, Mercedes Morán, Mía Maestro, Carlos Belloso, Alejandro Urdapilleta, Mónica Villa y Marta Lubos.



 

PODES VER "LA NIÑA SANTA": 👉 ACÁ

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