"La Demora" (2024) de Ezequiel Pérez.
Por Matías Mansilla
Villa Ramallo, septiembre de 1999, el asalto al Banco Nación sale mal y la situación deriva prontamente hacia una toma de rehenes. Efectivos policiales y fuerzas especiales rodean la zona. Después de varias horas de agitación, las cámaras de televisión y los ojos del pueblo captan la explosión de una balacera que deja muertos, heridos y una marca imborrable en la historia política y policial del país. Sobre este hecho se desarrolla el argumento de La Demora, escrito por Ezequiel Pérez veinticinco años después.
El libro se divide en tres secciones –Desvío, Centro y Fantasma–. Cada sección va explorando el pueblo, la relación entre este y la ciudad, así como los hechos particulares. A lo largo de todo el relato se da un diálogo entre la infancia y la adultez de Pérez, que es mediada por la distancia y los recuerdos. Todo, articulado con un estilo de narración ágil y claro que permite una lectura dinámica y, en mi caso, sin pausas.
Se podría decir que esta historia se construye doblemente. Por un lado, se ordenan los hechos policiales que tuvieron lugar en Villa Ramallo durante septiembre de 1999. Por otro lado, se ordenan los fragmentos que sitúan al pueblo en la constelación de la propia vida de Pérez, cuyos ojos son el prisma a través del cual vemos los acontecimientos. De esta manera, el punto de partida –y de llegada– del relato es el asalto al Banco Nación de Ramallo en 1999. Sin embargo, el eje central de la historia es Ezequiel Pérez y su relación con el pueblo, desde este núcleo la narración se mueve hacia atrás y hacia adelante reconstruyendo recuerdos, sucesos, sensaciones y, fundamentalmente, tiempos.
Estación de tren de: Villa Ramallo.
La Demora entrelaza tiempos que corren distinto: los tiempos del pueblo y de la memoria, pero también de la ciudad y de la vida. En el pueblo el tiempo es manso pero engañoso, todo Villa Ramallo hace gala de un “andar demorado” cuya simpleza oculta otra cosa. Las vías, el río y hasta los vecinos son las figuras que mejor expresan este andar: un andar tranquilo, pero no pasivo, de sentidos, sospechas y pensamientos que nunca terminan de dilucidarse del todo. La ciudad, por su parte, muestra el tiempo de la cotidianidad. Un tiempo que supo ser pleno bullicio y que poco a poco dejó de ser provisorio para transformarse en aquel que se habita siempre –a menos que se vuelva al pueblo por un rato–.
Los tiempos de la vida se ven, particularmente, en los amigos ramallenses reunidos en la ciudad. Los vínculos que van de un lugar a otro y que mutan con ese lugar. Se trata de relaciones que se mueven a su propio ritmo –en anécdotas del pasado y en los momentos entre cada reencuentro– y que se ligan directamente a los tiempos del recuerdo. Este último, pienso, es el más interesante de todos.
En La Demora, cada recuerdo tiene su tiempo. Son como sueños que condensan horas en un puñado de segundos. Las reminiscencias de Pérez a lo largo del relato funcionan a su propio ritmo y están entrelazadas, como si fueran bolas de cristal con diferentes paisajes puestas en línea. El conjunto da forma al cuadro de la historia, pero cada recuerdo se siente con un tiempo más rápido o más lento, más tranquilo o más caótico, más simple o más violento…
La forma en que se anudan los recuerdos para contar una historia llama a la pregunta acerca de cómo funciona la memoria. La memoria que relata y no sigue un mismo tiempo sino varios. Una memoria que logra armar un cuadro sobre el pueblo, la tragedia y los efectos de ambas en la vida. Un relato con la virtud de aportar, desde la reflexión y la reconstrucción, un punto de vista particular sobre un hecho clave de la historia policial argentina
La Demora. Ezequiel Pérez.
Número de páginas: 177.
Género: Literatura, ficción.
ISBN: 09789566267379.
Disponible en Tienda de Libros Mariné.