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La máscara del cuerpo. Fisicalidad e identidad en "Ego" de Federico Fontán

Actualizado: hace 3 días

Por Evelin Bottani

 

Para quienes habitamos el movimiento -los bailarines, los danzantes, los movedores- ver danza es uno de los ejercicios más reconfortantes que existe; ver al otrx moverse te atraviesa en el cuerpo. Ver danza en nuestro país es aún más profundo; la conexión te acerca hasta tu raíz, porque podes entender, en mayor o menor medida, qué contexto, qué historia, qué olores, qué sonidos llevaron al otrx a moverse.



 


ESCENA DE LA OBRA DE DANZA: EGO DE FEDERICO FONTÁN
PH: Hernán Cristino. Edit.: Mariné-

 

La danza performática en Argentina ha transitado un camino de experimentación constante. Figuras como Marta Minujín y Graciela Martinez influyeron con el happening y el arte conceptual en los años 60 y 70, las expresiones contemporáneas que hoy habitan las salas del under. Esta forma de danza se aleja de la narrativa convencional y busca, a través del cuerpo, un lenguaje que interpele al espectador de manera visceral. En la actualidad, la escena performática se encuentra en un punto de ebullición, multiplicando sus discursos en espacios alternativos donde lo escénico se convierte en un campo de batalla simbólico entre lo íntimo y lo colectivo.


 

Escena de la obra de danza: EGO de Federico Fontán

Así nos inscribe Federico Fontán con su obra Ego en esta tradición de danza performática, desplegando un dispositivo escénico donde el cuerpo es signo, pregunta y espejo. Cuatro intérpretes ocupan el espacio despojándose —literal y metafóricamente— de capas de sí mismos. Desde el primer cuadro, la composición visual nos sitúa ante una escena de tensión: un escenario vacío salvo por una montaña de ropa en la esquina izquierda, donde una mujer yace desplomada. A su derecha, un hombre irrumpe rompiendo la cuarta pared, provocando al público con su cuerpo, su rostro, su propia imagen. Ejes como la seducción, la fragilidad y la búsqueda de validación estructuran la pieza.

A lo largo de la obra, los personajes despliegan sus facetas más brillantes y egocéntricas. Se exhiben, se confrontan, se desafían. El juego con la desnudez no es un fin en sí mismo, sino una estrategia para exponer las máscaras que los cuerpos sostienen. Boris Groys (2023) sostiene:


“El deseo narcisista es el deseo de apropiarse de esa perspectiva pública sobre el propio cuerpo, de verse a sí mismo a través de la mirada de los demás. O, en otras palabras, es el deseo de cerrar la brecha entre la experiencia interna del cuerpo como carne viviente y la percepción pública de ese mismo cuerpo como cosa particular, como objeto en el mundo.”

— Boris Groys, Devenir obra de arte, 2023


 

La coreografía oscila entre la exuberancia y la vacilación, el deseo de ser visto y el miedo a desaparecer en el anonimato. La mujer que comenzó tendida sobre la ropa es quien cierra el círculo: ahora está sola en el escenario, danzando un último gesto, como si el cuerpo, tras todo su derroche de brillo, se encontrara inevitablemente con su propio vacío.

Ego construye su discurso con una fisicalidad inquietante, donde el movimiento oscila entre el deseo de exhibición y la vulnerabilidad de ser observado. Cada gesto parece debatirse entre el ansia de autoafirmación y el miedo al olvido. Los intérpretes se exponen al público, lo desafían con la mirada, le entregan su propia imagen como un espejo deformado de aquello que creemos ser. La seducción y la confrontación se funden en una danza que es, a la vez, exaltación y desnudez simbólica.


El uso del espacio también es clave en esta propuesta. La escenografía potencia el vacío como elemento dramático, dado que la ropa funciona como un archivo material de identidades posibles, de roles que se visten y se descartan. Los intérpretes recorren la pista a lo largo y a lo ancho del escenario, generando en el espectador profundidad y perspectiva. La iluminación y el sonido acompañan con precisión quirúrgica los momentos de tensión, acentuando la sensación de un juego constante entre la autocelebración y la caída libre hacia la incertidumbre.

Ego no solo es una exploración de la identidad y sus artificios, sino también una reflexión sobre la fragilidad de esa construcción. En una época donde la imagen personal se exhibe y consume a velocidades vertiginosas, la obra interpela desde la presencia física, desde la confrontación directa con el espectador. En su recorrido por el brillo, la persuasión y la soledad final, aparece la danza como lenguaje.


 

Ego. Dirección: Federico Fontán. Asistente de Dirección: Delfina González Chávez. Intérpretes: Octavio Aita, Julieta Ciochi, Florencia Leuchi, Vicente Pérez. Diseño Sonoro: Jiva Velázquez. Diseño de Iluminación: Paula Fraga. Diseño Gráfico: Pablo Viacava. Fotografía: Nacho Sánchez, Hernán Cristiano. Video: Francisco Chiapparo.


Función: 8/4 en el Portón de Sánchez



 




Bio

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