LAS VÍSCERAS DEL FUEGO. Sobre "Mantua"
TSO 2019
Por Meli Cuitiño
Creo que el teatro tiene que ser una experiencia: asistir y experimentar un lugar de comunión absoluta. La experiencia de este acto de asistir al teatro no te la puede dar ninguna serie de Netflix. Un lugar donde experimentar el vértigo, donde te salpiques con un poco de fuego, y de agua congelada; donde un actor arrodillado te abrace y te mire como pidiéndole perdón al mundo, perdón por la raza humana, tan básica, tan elemental. Un teatro completamente cargado de sensaciones dionisíacas, donde se celebre la gloria del cuerpo y de las emociones hasta lo más hondo de los huesos, donde no prevalezca el texto más que expirar allí observando todo, viviéndolo todo, devorándolo todo. Y es así como yo me la paso buscando estas experiencias que me hagan temblar, vibrar y dejen la resonancia eterna por todo mi cuerpo durante varios días.
Flyer: Mantua
Hay obras, como esa del IMPA - La fábrica de Almagro. Cuya propuesta - estoy hablando de una función de Mantua - que comienza mucho antes del ingreso al espacio de contemplación, antes de subir e ingresar a la Sala donde transcurría el evento del TEATRO SANITARIO DE OPERACIONES. Mientras mis pies avanzan y emprenden el viaje hacia lo desconocido, un fantasma adentro mío se combate entre asistir a lo de siempre, a la receptividad pasiva de sentirme mera observadora y no partícipe y a irme quizás con la sensación amarga de querer más, porque así andamos últimamente, sin encontrar espacio verdadero para satisfacer todo lo que podemos demandar del teatro - qué exigentes, y qué injusto pedirle tanto al arte, lo sé - El acto de ofrenda teatral es la entrega completa de esos cuerpos volando en escena dentro de una fábrica recuperada: IMPA - Centro Cultural IMPA La Fábrica; la experiencia ya se palpitaba mientras subíamos lxs concurrentes al espectáculo - porque la elección del espacio de ofrecimiento comienza allí, con la propuesta del lugar de la comunión.
Subir los escalones y que la plena oscuridad te vaya indicando a dónde ir, entregarse a eso es parte del juego. Un actor, cual obrero de la construcción, te espera y te ilumina apenas el camino con la luz brillante en su casco, que mi memoria lo pinta de amarillo. Ingresas y seguís caminando hacia un sector que se siente enorme y la gente a tu alrededor te contagia la incertidumbre de no saber qué va a pasar, se escucha una música y hay que bailar. De golpe todo se convierte en una especie de boliche, realmente siento estar en una fiesta, mi cuerpo baila y se suelta de a poco, hay luces titilantes y yo - que fui sola, estoy más acompañada que nunca - me entrego y todo se torna más abierto y cargado de adrenalina. Bailo. Todo se confunde con la música, y unas voces que provienen desde algún sector no muy lejano de ese espacio que parecía infinito, retumban y le aportan un clima de tribu pagana al acontecimiento. Todo se mezcla y se interrumpe para seguir creciendo entre el bullicio de la danza de lxs espectadorxs. Comienzo a dudar si todos escuchan lo mismo que yo y me arrebata la idea loca -y el temor - de ser engañada y descubrir que hay actores y actrices desparramadxs por toda la sala que se camuflan y corren detrás mío y me confunden, sus voces, sus cuerpos, sus aullidos. No logro descifrar y espero que me vengan a sorprender de golpe, y sospecho que los grupos que observo a mi alrededor son parte del público, o de la obra, no lo sé. Pero me sigo entregando a la música y a la incertidumbre. Casi con ingenuidad entro en duda sobre si toda la puesta es pensada y aprovechada por las instalaciones de la fábrica.
Los cuerpos se sienten perdidos, se desorientan y se preguntan qué es lo sigue ahora - hablo de nuestros cuerpos, los que siempre buscan certezas, los de lxs espectadorxs - Todo se desparrama, vuela, se arrastra y aparecen las lenguas inimitables, los sonidos, los ecos de nuestros ancestros que resuenan en cada paso, en cada mirada. Sentí de todo, todo menos miedo. Ya que el pacto de confianza y de cuidado del otrx te permite seguir adentrándote en lo que sería una experiencia sin fin. Perdí la noción del tiempo. No supe cuánto estuve ahí viviendo el acto de entrega de cada actriz, de cada actor. Sólo sé que hay un pacto impoluto, implícito, que te permite ir más allá, más allá en esa oscuridad brillante con la luz de cada actor y actriz que nos deja lugar a masticarlo todo. La apuesta es soberbia, peligrosa, salvaje. Y el peligro es algo que deben asumir quienes hacen arte, quienes se dedican a construir mundos poéticos dentro del dolor de la tierra, a transformar ese dolor en libertad, o al menos así lo entiendo yo. Si no hay entrega, que no haya nada. Si no hay pasión, que muera el teatro. Si no hay pacto, que no haya espectadores. Si no hay honestidad, que no haya actrices ni actores. Pero sí, los hubo, los hay y ahí están, entregándolo todo.
Próximamente en LA GRÁFICA CULTURAL - Espacio recuperado de Av. Regimiento de los Patricios 1941, en CABA.
MANTUA. Actúan: Caterina Argnani, Guillermo Bravo, Federico Perez Guerra, Damián Janza, Gonzalo Llanes, Hernán Marecos, Rayen Pastorino, María Eugenia Stillo Iluminación: Claudio Killing
Visuales: Ariel Bottigheimer Sonido: Ariel Bottigheimer DJ: Francisca López Miller Operación técnica: Julio Calabretta, Manuel Cruz Rodríguez Moreno, Heber Gastón Fleitas, Julio Waldman Dirección: Quique López Duración: 90 minutos
Clasificaciones: Performance, Teatro, Adultos