Los hijos de Isadora: una experiencia cinematográfica necesaria
Actualizado: 3 ene
El cuerpo es la extensión del alma hasta
las extremidades del mundo y hasta los confines
del sí, el uno en el otro intrincados e indistintamente
distintos, extensión tensa hasta romperse.
Jean Luc Nancy, 58 indicios sobre el cuerpo, 2006.
¿Es posible hacer una película con gestos? ¿Construir un relato-audiovisual-danzante que hable de sí mismo como tal? ¿Que se auto-defina en su búsqueda por serlo? Damian Manivel, director de este, particular y ensoñado film parece encontrar la manera para que así sea. ¿Cómo? Dando vida a Isadora Duncan a través del dolor y, sobre todo, a partir de su iconográfica obra Mother (1921) gestada en la trágica pérdida de sus dos hijos y alumbrada desde una poética universal.
En su pliegue-despliegue-repliegue, da estructura a una majestuosa cinematografía labrada con sutilezas, detalles, abundante en ademanes y muecas, donde una pausada continuidad de un plano tras otro da contextura y coherencia al relato apenas hablado, apenas silente, de cuatro mujeres, en cuatro situaciones distintas. Todas ellas buceando en un (su) mar de íntima exploración y (auto) conocimiento y, aún, siendo este un viaje sumamente personal, termina por mutar y convertirse en uno de fortísima impronta existencial-colectiva.
La danza es uno de los sitios, por excelencia, donde abreva el cuerpo cuando busca respuestas, como cualquier (otra) expresión artística que anima al alma como piel y esta, a su vez, como primera envoltura de la vida (finalmente), a dejarse abrazar por trazos, ojos-de-pez, gran angular(es) o “simples” movimientos. El cuerpo como experiencia es un tema que atraviesa todos los tópicos posibles y figuras (des)conocidas. Es, tal vez, en su modo de enunciar(se) donde encuentra la capacidad de latencia y permanencia en este mundo tal como lo conocemos. Decisión titánica, si las hay, la de dejarse invadir, transicionar, agujerear, agrietar y ver qué nos pasa cuando vamos vivenciando, y volviendo consciente, nuestra cárnica-experiencia.
Eso logran estas grandes actrices mujeres, bajo la atenta y cálida mirada de su director que construyó a una Isadora que, en su vacío vuelto pieza coreográfica, nos pega en los ojos, nos transpira en los dedos, nos llora en las piernas, para terminar de danzar(nos) en las manos. Los hijos de Isadora es una invitación a (des)andar caminos que creíamos conocidos, (casi) digeridos, pero no. No. No. Es, a la primera toma, que damos por hecho que todo lo que creíamos saber a partir de lo que llevamos recorrido no es tan obvio, no es tan personal, no nos pertenece en singular. Como “dice Isadora”, ya hacia el ocaso/final del metraje, leído por nadie y todxs, en verdad:
Yo no he inventado mi danza, esta existía mucho antes que yo. Pero llevaba siglos dormida y mi dolor la despertó
Ver Los hijos de Isadora es una travesía necesaria por aguda, honda, poética, bella y dolorosa anto para lxs que aman la danza, como para lxs que no.
Mariné
Ficha técnica: Los hijos de Isadora
Título original: Les enfants d'Isadora
Año: 2019
Duración: 84 min.
País: Francia
Dirección y guión: Damien Manivel
Fotografía: Noé Bach.
Reparto: Agathe Bonitzer, Manon Carpentier, Julien Dieudonné, Marika Rizzi, Elsa Wolliaston
Productora: Coproducción Francia-Corea del Sur; MLD Films
Género: Drama | Ballet | Maternidad
Disponible en: http://www.puentesdecine.com/
Esta nota originalmente fue publicada en Revista Varda (https://revistav.wixsite.com/varda) en el año 2020.