WATT: Cuando la danza nos mira mirarla
Actualizado: 1 sept 2023
Antes yo había querido ser los otros para conocer lo que no era yo. Entendí entonces que yo ya había sido los otros y eso era fácil. Mi experiencia mayor sería la de ser la médula de los otros: y la médula de los otros era yo.
Clarice Lispector, La experiencia mayor, Zavala, Lauro (comp.), Teorías del cuento III, Unam, México, 1996.
Encontrar en la re-repetición la diferencia para, luego, buscar en ella la unidad mínima; encontrar, a partir de esta, el matiz, la sutileza, el detalle y, desde estos materiales (y algunos más), poder componer, es de una potencia (in)explicable de narrar. La creación es un acto difícil de explicar, y de entender, no así de ser; y para Leticia Mazur, Inés Rampoldi y Paulina Estela, creadoras de Watt, no es la excepción. No lo fue por el 2004, año de su estreno, ni en sus sucesivas re-reposiciones (felices siempre, por cierto), llegando a esta última del 2020 en el teatro El Picadero. Esta obra tiene, en esencia, esa capacidad de inventarse un nuevo nombre, aún siendo el mismo, cada vez que hace su aparición. O para seguir en la tónica de lo escrito: re-aparición, es decir un re-Watt, que se construye a partir de distintxs bailarines, interpretaciones, lecturas y músicas, pero sigue siendo la misma, al fin. A ver:
Estamos frente a una sala llena. El comienzo no se hace esperar. Florencia Vecino y Emilia Claudeville (fantásticas interpretes que se complementan casi a la perfección) esperan a que la luz dé de lleno sobre sus cuerpos para danzar la misma danza, con (casi) exactos movimientos, pero no. Nota mental: encontrar en la re-repetición la diferencia. ¿O acaso hay un cuerpo que baile igual que otro? Nunca el mismo baile funciona igual para un mismo soporte (cuerpo uno), menos aún para otro (cuerpo dos). Somos piezas de un todo cósmico y orgánico que al danzar se pone en evidencia. Por ejemplo, un ojo que nos mira viéndolo mirar ¿Podría decirse entonces que Watt encarna ese ojo? Podría decirse, sí. ¿Podría decirse que el ojo es, en este caso, cuatro bailarines que ocupan el escenario con sus eléctricos movimientos? Podría decirse, sí. Certeza encontrada: de este modo, la danza nos mira, mirándola. Somos otrxs cuando salimos de ver una obra, eso es sabido; pero aquí es tan evidente que se nos queda casi pegado y hablo de cuerpopegadodeobra, si se permite tal juego de palabras, porque unx sale bailando.
En Watt hay una ajustada coreografía, así también como una marcada y constante improvisación pero con un riesgo lejos de la estrepitud de una caída hacia una llana incertidumbre. Si eso sucediera, acaso, se celebraría como parte de la alegoría de la danza. Encontramos en estos cuerpxs imposiblemente quietos, relieves y ondulaciones, paisajes mentales que son guiadxs por luces apoteósicas (gran trabajo de Ezequiel Gómez y Matías Sendón) cual fotos que parecen superponerse y hacernos viajar sobre y a través de nosotrxs mismos, porque esas imágenes detenidas de cuerpos aparentemente en suspenso, no solo nos atraviesan sino que nos sobrevuelan.
También hay un DJ en vivo, un gran Eduardo Ferrer, que se mueve junto a ellxs y a nosotrxs, que acompaña - y más que eso- el juego propuesto “del cuerpo a través de la música y el espacio” y logra sacudir/nos, mover/nos, y entender que, cuando la danza habla de la danza, o el cuerpo habla del cuerpo, es mucho menos complejo de lo que, a priori, podría creerse. No por ser materia hablando de la materia es menos primigenia la búsqueda: el movimiento es ese rudimento interior siempre punzando, siempre pulsando.
¿Hemos de asumir que a veces miramos lo que nos mira, y que un mismo ojo nos mira mientras miramos?
Este universo danzante que encarnan nuestros cuerpos cuarenta y cinco minutos sentados observando, se transforma, hacia el final, en motivo coreográfico, cuando suenan esas canciones que invitan a movernos con ellxs, entre ellxs, siendo parte vital de un ritual atávico y poético que es bailar porque sí, porque estamos vivxs, queremos y podemos hacerlo.
Es, en esa robusta simpleza, tal vez, donde encontramos la pura y poderosa esencia de Watt.
Bailenla, digo, veanla.
Marina Julieta Amestoy
Ficha técnica: WATT
Dirección: Inés Rampoldi y Leticia Mazur
Asistencia de dirección: Ángeles Yazlle García
Interpretación: Emilia Claudeville, Florencia Vecino, Gianluca Zonzini y Leticia Mazur
Creación: Leticia Mazur, Inés Rampoldi y Paulina Estela
DJ: Eduardo Ferrer
Diseño de iluminación: Ezequiel Gómez y Matías Sendón
Diseño de vestuario: Camila Milessi y Emiliano Blanco (KOSTÜME)
Diseño gráfico: Pablo Bordenabe
Foto: Carlos Furman
Producción: Carolina Castro
Nota originalmente publicada en Revista Varda (https://revistav.wixsite.com/varda)